Eh aquí una tarde soleada, donde los rayos bañan las limpias calles de la ciudad, se escucha el bullicio de los vehículos al pasar, se oye la algarabía de los transeúntes al cruzar a tropel las calles cuando el semáforo da la luz roja, la avenida como todos los días al atardecer se despedía con el agitado regreso de los trabajadores a sus hogares para descansar, ya había terminado mis quehaceres del día y me preparaba como otros más para retornar al sitio del descanso, por fin al anhelado hogar. Logre por fin hacerme con un transporte, esos carros sencillos a los que llamamos “porpuestos” y solo había una persona en el, así que ocupe el asiento trasero, el conductor era un hombre alegre y amable aun en el fragor de aquella tarde, de forma que corrimos buena parte del paseo libertador, o como le llamamos comúnmente “el boulevard” mientras el chofer buscaba mas pasajeros.
Así en medio de este lugar de sonidos, bullas y de sorpresas diarias le conocí; al principio no le note, mi mente estaba ocupada, aletargada en muchas cosas, naufragando en soluciones imaginarias de problemas inexistentes. Sin embargo, ahí estaba la solución a un problema existente, la solución al problema que me habían planteado esa mañana, así que sin detenerme a pensar abrí la puerta del transporte, ante la sorpresa de las personas que me acompañaban baje presurosa, mientras aquel vehículo se detenía, al llegar frente a él, por primera vez le observe detalladamente; quizás no era lo cualquier persona hubiese esperado, algo flaco, un poco desarreglado pero en un instante sus ojos encontraron los míos y me impresiono su mirada, ello basto para decidirme. Así sin más le tome con cuidado y le subí al vehículo mientras los demás me observaban divertidos, sin prestarles atención me senté y el conductor me pregunto por que había echo eso, a lo cual simplemente respondí “lo necesito”. El buen hombre un poco vago con el ambiente solo me replico que lo cuidase, así el trayecto se hizo ameno hasta que llegue a casa de mi madre, al momento de abrir la puerta le dije a mi señora “mira a quien traje”, le instale lo mas cómodo que pude en la sala, mientras mi patrona se acercaba y al observarlo exclamo: ¡Ah! ¡Que bueno, encontraste el gato!
Autora:
Liliana Carrillo

